Nunca pude saber si era el hombre el que estaba pegado a la manguera, o si fué la manguera la que se pegó a él.
Sus ojos eran de verde intenso, su sonrisa despegada de la cara, su perfil olvidado en el tiempo, sus rasgos eran difíciles de recordar, porque lo único que destacaba de él, era su manguera.
La llevaba pegada en su espalda como mochila infantil de escursión, agarrada a él como si de una serpiente enroscada se tratase, caminaba decidido y altivo por la ciudad.
Sus relaciones amistosas eran casi desconocidas, ya que su relación con la manguera, había causado muchos altercados entre las personas.
Si alguien decia que el día estaba caluroso, él sin dudarlo le enchufaba con la manguera, si en el restaurante la comida picaba y la gente se quejaba de ardor, enchufaba con la manguera, cuando en un bar tomaba café y alguien encendia un cigarro, su manguera manaba agua a doquier, sin que decir, que al grito de fuego su manguera parecía crecer y manar agua como gran depósito sin final.
Lo peor fué cuando alguien comentó que había una muchacha enamorada de aquel personaje, que todo el mundo conocía como el hombre de la manguera, aquella noticia llegó a sus oidos y el calor de la pasón se apoderó de él, su cuerpo manaba fuego incandescente al pensar que una joven podria dedicar sus sueños dulces y sensibles a una persona tan poco conocida y valorada en la ciudad, aquel calor se apoderó de él y la manguera empezó a regar, desde sus pies hasta su propia cabeza, con lo cual no dejaba de estar mojado y sucio, atrapado en su propia humedad que le impedia conocer a la bella muchacha.
En vano intentó dehacerse de la manguera, era imposible quitarsela de encima, su sufrimiento era tal que sus ojos no dejaban de manar lágrimas.
Nunca pudo conocer a aquella joven, nunca supo si era cierto que hubiera alguien enamorado de él, pues su calor fue apagado de tal forma que aunque pudo dehacerse de la manguera, jamas el calor del amor le volvió a manar de su piel.
domingo, 9 de marzo de 2008
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