lunes, 6 de octubre de 2008

YA NO RECUERDO CUANDO ME FUI ( dimes y diretes) 3º

La barra de dicho bar acoge, sobre todo los domingos, a amigos de los regentes, alguna comida o cena organizan, siempre con grandes finales, algunos pasan a cotilleos de portera y otros quedan guardados por incluir parte de la íntimidad de los protagonistas.
No puedo dejar sin nombrar a dos de ellos, no son iguales, pero si los miras bien, casi, casi, les sacas semejanza, pelo casi blanco los dos, ojos claros los dos, tripita de felicidad les acompaña, los dos dueños de bar, los dos sin compromiso, a ninguno se le entiende, sino es por una cosa es por otra, uno dice "tú dime" el otro "no me digas más".
"tú dime" le gusta la noche, baila poco, pero se le oye, "no me digas más" sus buenas comidas, que con esmero prepara, pues de madrugada en la cocina ya le ves trajinando, que solo el mandíl y el sombrero le falta, para ser el "Arguiñano".
No hace mucho, picadillos estuvieron por unas faldas, que al final la historia creo que nadie sabe, ni como fué, ni como va, ni si acabo, el caso es que en rumores de barra se decia que picados estaban, pero lo cierto es que yo los e visto tomando juntos unas cañas.
Es fácil encontrar en el fin de semana a vecinos del edificio, entre ellos "la vecina" que los sábados tras traer el carro arrastrando, reposa el tormento de la semana y la compra, tras esa barra con botellín en mano y berborrea de trabajo, con ella muchas veces nos hemos juntado (taxista y esposa, "pa servir") y la hora de la siesta hemos cumplido botellín tras botellín.
Hay veces que a nosotros se une el vecino del cuarto, que tras un traje de pintor de brocha gorda nos regala sus historias increibles aunque ciertas, que le ocurren tras juergas de botellón, cigarrillos mezclados y cuelge natural que Dios le a dado.
Cierto día apareció, cuando el bar más lleno estaba, con una servilleta envuelta en un nudo, se la entregó al regente motero, pidiendo en consecuencia una jarra de cerveza, que cara pondría el de las dos ruedas, al ver el contenido de la servilleta, centimos de euro contenia el babero, sus orejas hechaban más humo que su tubo de escape, sus ojos más luz que un foco y su boca desencajada gritó sin pensar:
-estás tonto?, te crees que me voy a poner a contar esta chatarra?
-pero si es dinero¡, incrédulo contestaba el fumero
-!!que no te pongo la jarra¡¡, !!yo no cuento esto ahora¡¡
-será posible? decia el otro dentro de su razón.
Entre risas de todos y cabreo del motero nos pusimos a contar la chatarra, que al final no tuvo que entregar, porque terminó, como es habitual, borracho e invitado.

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